A través de este artículo te enseñamos cómo se realizan las peticiones de la misa en memoria de los difuntos, y cuál es el sentido de las mismas.
Misa Memorial: Difuntos
Tras la muerte de un ser querido ferviente de la verdadera fe, es necesario que se realice una misa en memoria del difunto. Sin embargo, es importante aclarar la gran relevancia que tiene el ejerció de la misma, ya que muchas personas solo lo consideran como un mero ritual que se hace en el mundo cristiano católico cuando una persona fallece.
Comencemos mencionando que el fallecimiento de todo ser amado, familiar o amigo, puede ser repentina o causada por una enfermedad prolongada, siempre es una separación, una ruptura de la relación con dicha persona. El santo Pablo señala a todos los creyentes a no desanimarnos como aquellos que no tienen esperanza. No nos pide de ninguna manera que neguemos el sufrimiento, sino que lo vivamos a la luz de la esperanza ofrecida por el Resucitado.
Celebrar la Eucaristía es de alguna manera ponernos en el punto de paso entre el mundo y el Reino del amor y la felicidad, que es la tierra prometida para todos los que piensan por Cristo.
Por lo tanto, si confiamos en una peticiones de los difuntos a través de la misa, viviremos en el Jesús resucitado un encuentro misterioso pero real con el que ya ha entrado en la vida. La comunión de los santos establecida en el hijo de Dios hace que los que viven en la tierra y los que viven en el cielo vivan en comunión. Unidos a Jesús en la consagración de la Eucaristía, estamos en comunión con nuestros muertos.
Oramos a Jesús por ellos, ellos le rezan a Cristo por nosotros. En esta comunión así establecida, podemos hablar sobre lo que nos hace llorar, sufrir, confiar y esperar. La Eucaristía se convierte en el espacio para un intercambio misterioso y una profunda comunión de amor y oración con aquellos que ya han vivido su decisiva Pascua hacia el Padre. Estamos más allá de un simple recuerdo doloroso, vivimos en una misteriosa presencia mutua. dentro de una comunión establecida por el don del amor de Jesús y vivida permanentemente por el espíritu.
Ahora bien, mencionada la importancia que tiene las peticiones que se realiza en una misa a los difuntos, podemos dar inicio enseñar las etapas y como se lleva acabo dicho ritual sagrado.
Rito de Acogida
Todas las peticiones de una misa a los difuntos, deben de iniciar con un rito de acogida, donde la persona que preside la ceremonia, usualmente un sacerdote u obispo, menciona las siguientes palabras:
«Jesús nos dijo que el grano del trigo tiene que morir bajo tierra para poder convertirse en espiga; también nos dijo que todo árbol que dé buena cosecha hay que podarlo para que mejore sus frutos.
Lo puso como ejemplo de cómo iba a ser su vida y cómo debe ser la nuestra: renunciar a nosotros mismos para que florezca una nueva vida.
En esta Eucaristía vamos a recordar a nuestro hermano (mencionar el nombre del ser querido fallecido) teniendo presente la Muerte y la Resurrección de Jesús.
Vamos a entender lo que esto significa para nosotros y comprender que todos tenemos que superar esta prueba: la más difícil pero también la más segura, la que nos trae la esperanza en una vida futura.
Para los que creemos en Jesús, la muerte sólo tiene sentido si la miramos a la luz de la mañana de Resurrección, cuando empiecen a florecer las semillas que hemos depositado en la tierra y a retoñar las ramas del árbol caído.»
Luego de que termine estas palabras, el propio sacerdote continua diciendo lo siguiente:
«El Señor que nos ha dado la tierra, la semilla y el pan de cada día, esté con todos nosotros…»
Pedimos Perdón
En el primero en decir unas palabras es el Sacerdote, el cual dirá lo siguiente:
«Jesús nos dice en su Evangelio que de las semillas que plantemos en la primavera de nuestra vida, brotarán los frutos para el día de mañana. Si sembramos el bien Dios estará de nuestra parte a la hora de juzgarnos. Y aunque las cosas no hayan ido tan bien, nos perdonará…»
Seguidamente vendrá el denominado monitor, donde mencionara una serie de frases y al final todos los presentes responderemos con una solicitud de perdón. Por lo tanto quedaría de la siguiente forma:
- Monitor: «Perdónanos, Señor, porque disfrutamos de todo lo que has creado y nos olvidamos de Ti, su Creador…»
- Presentes: «Perdón, Señor.»
- Monitor: «Te pedimos perdón, Señor-Jesús, porque te echamos en cara el mal que existe en el mundo y olvidamos que Tú sufriste la Cruz para salvarnos a nosotros…»
- Presentes: «Cristo, perdónanos.»
- Monitor: «Perdónanos, Señor, porque no sabemos reconocer que cada minuto de nuestra vida es un regalo que Tú nos haces y a veces lo maltratamos…»
- Presentes: «Perdón, Señor.»
Por ultimo, el sacerdote procede con el acto de Absolución, en cual mencionara las siguientes palabras con gran peso emocional:
«La mayor alegría de Dios es perdonar de todo corazón y hacer que reine la paz entre sus h|ijos. Yo os doy la señal de perdón…. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Amén.»
«Señor, Tú nos diste la vida como un don maravilloso, la dejaste en nuestras manos, como un cántaro lleno de agua fresca para el viaje.
Ahora el cántaro se ha roto, el agua de la vida se derrama y nuestra sed va dejando reseco el corazón.
Pero al menos nos anima la esperanza de que lo mismo que acogiste la Vida y la Causa de tu Hijo, has de aceptar la vida y la muerte de (mencionar el nombre del ser querido fallecido) que ha partido hacia tu casa.
Gracias, Padre, por sentarlo a tu lado mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.
Amén.»
Lecturas Bíblicas
«Confiados en el Señor caminamos por la vida como de pasó. Al final nos espera un hogar caliente y acogedor junto a Dios nuestro Padre.»
Tras esto, se da inicio a la lectura, la cual puede ser distintas dependiendo de quien la escoja, sin embargo, al finalizar cada una de ellas todos los presentes deberán de responder con lo siguiente: «Palabra de Dios.»
A continuación, mencionaremos algunas de estas lecturas que habitualmente se utilizan, las cuales pertenecen al Antiguo Testamento y al Nuevo Testamento.
Del libro de Job, se puede leer los siguientes extractos:
- «Entonces dijo Job: ‘Yo sé que mi Redentor está vivo y que al final me alzará sobre el polvo! Después de que me quede sin piel, ya sin mi cuerpo, veré a Dios; yo mismo lo veré y no otro, mis propios ojos le verán’.» (Responder con Palabra de Dios).
- «Una voz del cielo me dijo: ‘escribe esto: felices desde ahora los muertos que han muerto en el Señor’. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, porque sus obras buenas los acompañan.» (Responder diciendo Palabra de Dios).
Del libro de la Sabiduría, se puede utilizar el siguiente fragmento:
- «La persona justa, aunque muera, goza del reposo. La vejez respetable no consiste en tener una larga vida, ni se mide por el número de años. La verdadera ancianidad es la prudencia, y la edad madura, es una vida sin mancha. La persona justa supo agradar a Dios, que lo amó y ahora lo llevó con Él.» (Responder diciendo Palabra de Dios).
Del segundo libro de los Macabeos, podemos obtener el siguiente extracto:
- «En aquellos días, Judas, el jefe de Israel, hizo una colecta y envió lo recogido al templo de Jerusalén, para que se ofreciese un sacrificio por los muertos, obrando con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Es una idea buena y santa rezar por los difuntos para que sean liberados de todo mal.» (Responder con Palabra de Dios).
Tomando en consideración la Carta de San Pablo a los Filipenses, se puede obtener lo siguiente:
- «Hermanos: nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo, el Mesías. Él transformará la pequeñez de nuestro ser, según el modelo de su condición gloriosa, con ese poder que posee para someter y dominar todas las cosas.» (Responder diciendo Palabra de Dios).
Considerando la Carta de San Pablo a los Romanos, se puede emplear el siguiente extracto:
- «Ustedes han recibido un Espíritu de hijos adoptivos que nos hace decir ¡Abba! Ese Espíritu y nuestro espíritu dan el mismo testimonio: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo. Considero que los trabajos de ahora son poca cosa, pensando en la gloria que un día se nos descubrirá.» (Responder diciendo Palabra de Dios).
De la Carta de San Pablo a los Efesios, se puede leer lo siguiente:
- «¡Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor!, que nos bendijo desde el cielo con toda clase de bendiciones espirituales. En Cristo Dios nos eligió antes de la creación del mundo, para estar en su presencia sin culpa ni mancha. Desde la eternidad determino que fuéramos sus hijos adoptivos por medio de Cristo Jesús. Eso es lo que Él quiso y lo que más le gustó.» (Responder con Palabra de Dios).
De la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, se puede obtener lo siguiente:
- «Hermanos: no queremos que ignoren la suerte de los difuntos, para que no se pongan tristes como los que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, del mismo modo, a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con Él. Y allí estaremos siempre con el Señor… Esto se lo decimos como de parte del Señor.» (Responder con Palabra de Dios).
Por último, es habitual utilizar la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios, la cual expresa los siguiente:
- «Hermanos: es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano del hombre y que tiene duración eterna en los cielos. Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivamos, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe.
- Y es tal nuestra confianza que preferimos desterrarse del cuerpo y vivir junto al Señor. Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho en esta vida.» (Responder diciendo Palabra de Dios).
Aclamación
Una vez terminadas las Lecturas Bíblicas, se da comienzo a una serie de aclamaciones las cuales consisten en unos preces por los difuntos, donde el sacerdote mencionara las siguientes frases y al final de cada una las personas presentes deberán de responder con las palabras que se indicaran a continuación:
- Todos: «Señor, escucha mi oración.»
- Sacerdote: «Señor, escucha mi oración, Tú que eres fiel, atiende a mi súplica; Tú que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a Ti.»
- Todos: «Señor, escucha mi oración.»
- Sacerdote: «Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia Ti: tengo sed de Ti como tierra reseca.»
- Todos: «Señor, escucha mi oración.»
- Sacerdote: «Escúchame en seguida, Señor, que me falta el aliento. En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confió en Ti. Señor, escucha mi oración.»
- Todos: «Señor, escucha mi oración.»
- Sacerdote: «Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que Tú eres mi Dios. Tu espíritu que es bueno me guíe por tierra llana.»
- Todos: «Señor, escucha mi oración.»
Evangelio
Se puede decir las siguientes palabras:
«Jesús nos promete la Resurrección y la vida junto a Dios, si participamos en el Banquete de su Cuerpo y Sangre y cumplimos su Mandamiento del Amor y del servicio a los demás.»
A continuación señalaremos una serie de lecturas que frecuentemente se utilizan en las peticiones de misa sobre difuntos, las cuales son principalmente de San Juan, San Mateo y San Lucas.
Lectura del Evangelio según San Juan, se puede obtener lo siguiente:
-
«En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.’ Discutían entonces los judíos entre sí: – ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’ Entonces Jesús les dijo: – ‘Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
-
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre’.» (Responder con un Palabra de Dios).
Lectura del Evangelio según San Mateo, se puede sacar el siguiente fragmento:
- «En aquel tiempo, Jesús reaccionó diciendo: – ‘¡Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla! Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido bien así. Vengan a mí todos los que están cansados y abrumados, que yo les aliviaré. Carguen mi yugo y aprendan de mí, que soy sencillo y humilde, porque mi yugo es suave y mi carga ligera’.» (Responder con un Palabra de Dios).
Homilía
Son las siguientes lecturas:
La primera, se titula como un recuerdo de nuestros difuntos y puede que el sacerdote diga lo siguiente:
«Nos hemos reunido, hoy, en esta Iglesia de (mencionar el lugar donde se encuentran) porque queremos tener un recuerdo cariñoso para nuestros familiares y amigos que nos fueron tan queridos.
El vacío que dejaron en nuestras vidas se mantiene, pero queremos llenar ese hueco con estas oraciones y estos recuerdos junto a Dios.
Nos consuela que están en las manos de Dios. Sabemos también que contamos ahora con su intercesión y su ayuda desde el cielo: su nueva patria.
Señor, Tú has dicho: «el que cree en Mi no morirá para siempre; y todo el que vive y cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá».
Confiamos, Señor, en tu Palabra. Sabemos que resucitaste y vives ya para siempre. Tu amor era más fuerte que la misma muerte y venciste al poder de la muerte en su mismo terreno.
Nuestros seres queridos están ya gozando de la felicidad junto a Dios. Su vida en la tierra ha dado ya el fruto y gozan del cariño y la amistad de Dios.
Nuestra fe de cristianos, seguidores de Jesús, nos dice que la vida de los que creemos en Dios no termina, se transforma.
Jesús, con su Muerte y Resurrección nos abrió las puertas del Cielo, de la vida para siempre. Lo mismo que has creado este mundo y esta vida humana, has creado también un Paraíso, un Nuevo Mundo y una Nueva Vida para tus hijos.
Eres así de Bueno con nosotros. No quieres que nada ni nadie se pierda. En esta Celebración vamos seguir unidos, orando juntos por nuestros familiares y amigos.
Para nosotros los creyentes, ante el dolor y la muerte, siempre hay una luz de esperanza y de consuelo. Y es porque nosotros creemos en un Dios que ha sufrido y ha muerto, pero sobre todo creemos en un Dios que ha Resucitado, y que ahora vive junto a nosotros.
Nuestro Dios en el que creemos, no es un Dios ajeno a los problemas humanos. Ha experimentado en su misma carne, las dificultades y dolores de la vida humana.
Ha querido compartir con nosotros, ha querido saber lo que cuesta ser persona y ha querido comprobar la dura tensión que se da entre nosotros.
ÉL SUFRIÓ, PADECIÓ Y MURIÓ AJUSTICIADO EN UNA CRUZ. Pero amó a todos, incluso a sus verdugos. Su amor ha sido más fuerte que la muerte y por eso ha Resucitado y vive ahora entre nosotros.
Vive para animarnos a nosotros a seguir su ejemplo de amor y servicio a los demás. Vive para enseñarnos que si somos capaces de ir venciendo las dificultades y trabajos de la vida; para enseñarnos que, si somos capaces de ayudar a los demás y de compartir las penas y alegrías, como Él; entonces también nosotros dominaremos a la muerte.
También nosotros nos sacudimos el yugo de la muerte y resucitaremos como Jesús. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza.
Esto es lo que nos da fuerzas para seguir viviendo a pesar de las dificultades de la vida. Y esto es, también, lo que nos da fuerzas para aceptar la muerte de un ser querido.
Sabemos que si nos unimos a Jesús, en vida, también Él nos recibirá y nos asociará a su Resurrección.
Sólo así tiene sentido nuestra vida. Sólo así tienen sentido los sufrimientos y dolores. Sólo así tiene sentido el trabajo en favor de los demás.
Si todo no termina con la muerte, sino que pasamos a vivir junto a Dios, tiene sentido nuestra vida; tienen sentido nuestros esfuerzos, tiene sentido el colaborar para que, también en este mundo se viva cada vez mejor.
Vamos a continuar celebrando esta Eucaristía. Vamos a seguir orando a Dios que ha recibido ya junto a Él a nuestros hermanos y para que lo mismo que hoy nos ha reunido aquí, para recordares, nos siga manteniendo unidos y solidarios en la tarea de la vida.»
Por último, la homilía finaliza con las siguientes palabras:
«Nos hemos reunido, en este día de los fieles difuntos , para celebrar y participar de la Resurrección de Cristo. Los cristianos no celebramos la muerte, ninguna muerte, nosotros celebramos la Resurrección de nuestros difuntos.
La Eucaristía es el encuentro con Cristo Resucitado que nos invita a todos a participar de su nueva vida. Esa vida nueva que se nos ha dado en semilla en el Bautismo y hemos de hacerla crecer y dar frutos que perduren para siempre.
Nuestros queridos difuntos han participado ya plenamente de la Felicidad. Su vida en la tierra ha dado ya el fruto y ahora gozan de la Amistad y compañía de Dios.
Nuestra fe nos dice que la vida de los que creen en Dios, no termina, sino que se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.
Por eso, aunque la certeza de amor nos estremece, nos consuela la Promesa de la Felicidad para siempre.»
Oración de los Fieles
Luego, el sacerdote da instrucciones para iniciar la oración de los fieles en la peticiones de la misa de difuntos, la cual dice lo siguiente:
«Vamos a recordar con afecto a nuestros hermanos, a todos nuestros familiares y amigos difuntos que han partido de este mundo. Así mantenemos viva la esperanza de juntarnos un día, todos, en la casa del Padre.
- Te pedimos, Señor, por (nombrar a la persona fallecida), tu hijo y nuestro amigo, que ha partido de este mundo, para que viva feliz en tu Reino de Amor y de Paz. (Todos deben de responder con Te lo pedimos Señor).
- Por todos los que mueren solos, abandonados del cariño de los suyos, para que nunca se vean abandonados por Dios. (Todos los presentes deben de responder con Roguemos al Señor).
- Por todos los que sufren larga enfermedad, para que no les falta una mano amiga y cariñosa que les ayude y les consuele. (Todos responde con Roguemos al Señor).
- Por todos los que nos hemos reunido aquí, para que no dejemos solos y abandonados a nuestros seres queridos cuando más nos necesitan, sobre todo en la enfermedad.» (Se termina con un Te lo pedimos Señor).»
Y finalizado los anteriores preces hacia el fallecido, se continua con la peticiones de la misa del difunto con la petición del sacerdote de orar todos juntos, las siguientes palabras sagradas:
«Padre Bueno, concede a nuestros familiares y amigos, y a todos los difuntos, esa Felicidad que siempre desearon. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.»
Rito de Ofrendas
«Te ofrecemos el pan y el vino frutos de la tierra y del trabajo de los hombres y mujeres, que labraron la tierra, sembraron el grano y plantaron la viña.
Junto a ellos, ofrecemos nuestras vidas, nuestros trabajos y sudores, y también nuestras alegrías.
Recíbelo como nuestra mejor ofrenda.
Te le ofrecemos, por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.»
Memorial de la Última Cena
Uno de los últimos actos que se realizan en las peticiones de misa de difuntos, es un recuento de los acontecimientos de la Última Cena que tuvo Jesús de Nazaret con sus apóstoles antes de ser crucificado.
Prefacio
En dicho memorial, se debe de realizar el siguiente prefacio, en el cual la persona que preside la ceremonia iniciará con lo siguiente:
«El Señor esté con vosotros…
Levantemos el corazón…
Demos gracias al Señor, nuestro Dios…»
Y continuará con la siguiente oración el sacerdote:
«Señor de la vida y de la muerte, te damos las gracias porque has creado el mundo con amor infinito y por tu inmensa bondad nos has llamado a la vida.
Te damos las gracias, sobre todo, porque has enviado a tu Hijo al mundo y nos has hecho de su familia.
Dedicó toda su vida a nuestro servicio, anunció la Buena Nueva a los pobres, intentó traer consuelo a los tristes y aliviar del dolor a los enfermos.
Muriendo en una Cruz destruyó la muerte para siempre, y Resucitando, nos regaló una nueva vida.
Por todo eso, y por muchas cosas más, llenos de alegría y esperanza, te cantamos un himno de alabanza… diciendo : SANTO, SANTO, SANTO…»
Para mayor disfrute del lector, el vídeo a continuación contiene la letra de himno de alabanza que hace alusión la anterior oración.
Consagración
En dicha consagración, quien preside la ceremonia deberá de recitar las siguientes palabras:
«Te alabamos, Padre Santo, porque estás con nosotros en el camino de la vida, sobre todo, cuando tu Hijo Jesús nos congrega para el Banquete Pascual de su Amor y comparte con nosotros el vino y el pan.
Te pedimos, Padre, que envíes tu Espíritu sobre este pan y vino, de manera que se realice en ellos la presencia de tu Hijo-Jesús entre nosotros.
El mismo Jesús, la víspera de su Pasión y Muerte, cuando estaba reunido a la Mesa con sus amigos, tomó un pan, lo bendijo, y se lo repartió, diciendo…
‘Tomad y comed todos de él…’
Y lo mismo hizo con una Copa de vino: al terminar de cenar, alzó una copa, brindó por el triunfo a su Padre del cielo, y se la pasó a sus amigos, diciendo…
‘Tomad y bebed todos de ella…
‘Este es el Misterio de nuestra fe…’
Padre bueno, queremos celebrar el triunfo de Jesús por medio de nuestra acción de gracias. Sabemos que su Resurrección de entre los muertos es señal de nuestra propia Resurrección al final de los tiempos. Él ha retornado a Ti para prepararnos a nosotros al encuentro. Queremos tomar conciencia de nuestro compromiso de ser luz para los demás en las horas difíciles y oscuras de cada día.
Te pedimos que seas misericordioso con todos los que han muerto. Ellos han esperado en la Resurrección, admítelos Tú en la Casa del Cielo para siempre.
Padre Bueno, concédenos también a nosotros, la vida en tu Reino y la paz en tu regazo, junto a nuestra Madre, la Virgen María, los Apóstoles, los Mártires y todos tus Santos, para celebrar la Gran Fiesta del Cielo.
Mientras llegue ese días, soñado por todos brindamos con el Pan y la Copa, que son el Cuerpo y Sangre de Jesús, diciendo…
‘Por Cristo, con Él y en Él’.»
Pedimos el Pan y la Paz
«Un alto en el camino, en un día de marcha, para comer un trozo de pan y beber un trago, nos deja como nuevos. Recibimos nuevas fuerzas para continuar el camino.
También Dios nos ofrece un Pan, que cambia el corazón, y un Vino que da fuerzas y anima a la hora de vencer las dificultades y el miedo. Se lo vamos a pedir en esta oración confiada, diciendo… Padre Nuestro…»
Gesto de la Paz
En este punto sacerdote nos puede dar un sermón sobre la paz, el cual puede ser el siguiente:
«Cuando nos sentamos a la misma mesa y compartimos los mismos alimentos, nos sentimos más unidos. Dios quiere que nos amemos y vivamos en paz. La Paz que ahora nos deseamos unos a otros, y la paz y el descanso eterno para los que han muerto.»
Para finalizar se realiza la siguiente oración:
«Señor, tenemos demasiada hambre de infinito para creer que nos hayas hecho mortales. Hemos amado demasiado a nuestros seres queridos para creer que nuestro amor se haya apagado para siempre. Y tenemos demasiada confianza en nuestro Padre del Cielo para creer que haya querido tener hijos… para dejarlos morir.
Acogemos, entonces, Señor, tu ‘Buena Noticia’, como respuesta de amor a nuestra loca esperanza. Sí, nuestros muertos viven, y podemos amarlos más que en esta loca tierra. Sí, viviremos con ellos más allá del tiempo, porque Tú nos esperas, ellos nos esperan, para compartir tu amor y compartir tu alegría.
Gracias, Señor, creemos. Creemos que eres Tú quien nos das tu vida, vida resucitada, enraizada en nuestra vida mortal y tu amor de Cielo, metido en nuestro amor de tierra. Pero, pese a todo, dudamos a veces, perdónanos, Señor.
Y lloramos… como Tú llorabas a tus amigos en la tierra. No nos avergüenza llorar porque hemos comprendido, hoy, que hemos de aceptar y ofrecer esta ausencia, para lavar nuestros amores, mezclados con tanta tierra, que la alegría, todavía no puede florecer eternamente.
Es preciso, ahora, que nos levantemos, Señor, para reemprender el camino. Es tan difícil amar como se ama en tu Casa, que primero tenemos que prepararnos intensamente amando, hoy, a todos nuestros hermanos, aquí.
Ayúdanos, ellos nos esperan, y Tú nos esperas, también para alimentar con tu vida, el más mínimo gesto. Y contigo Resucitado, recorreremos el tiempo hasta el día del amor y de la alegría sin fin.»
Creemos desde la Muerte
Puede que en algunos casos las peticiones de misa sobre difuntos, se terminen con alguna reflexión cristiana sobre la muerte. A continuación puede apreciar un ejemplo de ello:
«Señor, Tú nos diste la vida como un don maravilloso.
En el origen de esta entrega a manos llenas no cuentas con nosotros, porque no existimos.
Es todo iniciativa tuya, Plena explosión de amor.
Eres bueno, Señor, cuando regalas a tus hijos lo mejor que tenemos : nuestra vida.
La dejaste en nuestras manos como un cántaro , lleno de agua fresca para el viaje.
Hoy, el cántaro se ha roto, ya gastado, y el agua de la vida se derrama y corre como un río de gracia hacia tu encuentro.
En esta noche oscura de la muerte, nuestros ojos no ven, cegados por el llanto, pero resisten firmes, confiados, que vendrá la mañana luminosa de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.
Gracias, Padre, por sentarle a tu lado en el hogar caliente de tu Casa, mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.»
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